“Petra Alta” o “Petralta”

Su nombre nos permite pensar que la función que desempeñó ya durante el siglo X estuvo íntimamente ligada a la defensa de la naciente monarquía pamplonesa. Más adelante constituyó el punto de apoyo de uno de los distritos político militares o de “tenencias” del reino.

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Ayuntamiento de Peralta | Plaza Principal, 1

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Origen y evolución del escudo


En el escudo de la localidad, sobre un campo de azur, se aprecia un puente de arcos de oro con ondas de plata y azur y una torre del mismo metal.

El escudo de Peralta, trae de azur y un puente de arcos de oro sobre ondas de plata y azur, sumado de una torre del mismo metal. Como tal aparece pintado en el Salón del Trono y en las vidrieras del palacio de la Diputación Foral.

El escudo más antiguo del lugar data de 1308 y representa un castillo sobre una peña, con tres almenas terminadas en punta. La puerta central es de medio punto y la ventana central tiene ajimez.

Historia de Peralta


Dos milenios a sus espaldas En premio a su fidelidad ante una ofensiva de Alfonso VII de Castilla, el rey García Ramírez otorgó en 1.144 diversos privilegios a los pobladores del lugar. Aunque el fuero no alteraba la condición social de los vecinos, suponía el reconocimiento de un ámbito jurisdiccional común a todos ellos, con alcalde propio y un heterogéneo compendio de normas que provenían de un derecho consuetudinario local. Carlos II recompensó los servicios prestados por los peralteses en la guerra con Castilla (1.378), cuando tras resistir el asedio salieron a recobrar la plaza de Funes, en poder enemigo.

El monarca les autorizó a compartir los yerbazgos de los términos de Funes y Villanueva. Años más tarde, Carlos III atribuyó al consejo de Peralta competencias para castigar hurtos menores e incluyó la villa y sus rentas en el principado de Viena. En 1.412 se hace la reparación del puente que hoy es elemento característico del conjunto urbano.

En 1.423 Peralta es señorío del Príncipe Don Carlos y luego pasa a serlo de Mosén Pierres de Peralta y luego de su hijo de igual nombre. En 1.430, los reyes Blanca y Juan II donaron la villa a Mosén Pierres de Peralta, por sus servicios en las negociaciones con los reyes de Castilla y Aragón, convirtiéndose así en señorío nobiliario y en uno de los baluartes de la facción agramontesa.

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1423
Señorío del Príncipe Don Carlos

Peralta es señorío del Príncipe Don Carlos y luego pasa a serlo de Mosén Pierres de Peralta y luego de su hijo de igual nombre.

En 1.430, los reyes Blanca y Juan II donaron la villa a Mosén Pierres de Peralta, por sus servicios en las negociaciones con los reyes de Castilla y Aragón, convirtiéndose así en señorío nobiliario y en uno de los baluartes de la facción agramontesa.

En 1.469 se alzó en armas Mosén Pierres con éste y otros castillos para oponerse al acuerdo de paz suscrito por la princesa Leonor y los beaumonteses, siendo sitiado por las tropas de la princesa. En 1473, la propia princesa doña Leonor le concedió un día de mercado el primer lunes de cada mes, privilegio que sancionaron sucesivamente el rey don Francisco Febo y Fernando el Católico.

Con Alonso Carrillo de Peralta el señorío recayó en los marqueses de Falces en el año 1.513. El Gobierno Político residía en un ayuntamiento compuesto por un alcalde, nombrado por el marqués de Falces del estado general de labradores y cuatro regidores -tres del estado noble y uno del general – sorteados anualmente de sus respectivas bolsas.

Peralta padeció malas horas en la guerra con Castilla y en recompensa al valor de los vecinos, se les concedió una feria franca de doce días al año, que había de comenzar el 27 de abril.

Durante el siglo XVII lo único que preocupaba al “pobre peraltés” es que no salían de una crisis continua a nivel de subsistencia. Los precios se hundieron y el mal tiempo causó auténticas catástrofes. Aquéllos hombres se pasaban gran parte de su vida mirando al cielo con temor o esperanza. Su medio de existencia era exclusivamente la tierra. Dependían en absoluto del clima. Un año de mal tiempo podía desencadenar una gran mortandad.

A esto hay que añadir que prácticamente no existían los transportes y era nulo el almacenamiento. Su forma se pensamiento era eminentemente religiosa. El hombre de aquélla época se distinguía por su religiosidad. Estaba preocupado de una manera extraordinaria por el fin de sus días.

s. XIX
Desaparición de las villas

La desaparición de las villas de señorío en la primera mitad del siglo XIX y las reformas de la administración local de 1835-1845 lo convirtieron en un ayuntamiento de régimen común. En el siglo XVII se dice que Peralta tenía 400 vecinos con parroquia, convento de capuchinos, hospital, cinco ermitas y dos hermosos puentes. En 1802 se le dan 500 casas y 2.770 habitantes y se hace énfasis en la producción del vino. Se señala la existencia del puente de piedra de once arcos y del de ladrillo con nueve, llamado “puente chico”.

Hasta finales del siglo XVIII Peralta conservó bastantes de los rasgos que reflejan los documentos del medievo. En 1888 la población había llegado a 3.560 y el núcleo urbano estaba constituido por tres partes esenciales: una pegada a la roca, con 19 cuevas, de la parte alta bajan 3 calles estrechas y escalonadas con casas de dos pisos por lo general, a calles más anchas y largas que arrancan de las orillas del río. No faltan las grandes casas de ladrillo con arcadas en la parte superior; balcones y rejas más abajo, lo dominan todo la esbelta torre de ladrillo, con remate barroco.

El siglo XIX supuso para Peralta la pérdida sistemática de la práctica totalidad de sus bienes comunales. Primero la guerra de Independencia y después las guerras carlistas provocaron que los distintos ayuntamientos llevasen a cabo la venta de la mayor parte de las corralizas y de los sotos que en el pueblo poseía con el fin de hacer frente a los cuantiosos impuestos que el municipio recibía. Ello provocó, junto con la aparición de las sucesivas epidemias de cólera, momentos verdaderamente agónicos para al mayor parte de la población. Ésta, compuesta casi en su totalidad por jornaleros y pequeños propietarios, se vio afectada directamente por esas ventas y las sucesivas crisis agrarias que se produjeron en ese siglo.

Durante la guerra de la Independencia, las tropas francesas estuvieron acantonadas en Peralta, suprimieron el convento de Capuchinos y lo convirtieron en cuartel para sus tropas. Durante la primera guerra Carlista, la localidad soportó el paso y el estacionamiento de tropas isabelinas, así como el ataque a las fortificaciones por parte de las tropas carlistas. Lo mismo, sucedió años después en la tercera guerra carlista. Llegamos al siglo XX y con la desigualdad ante los medios de producción como nota predominante. Las roturaciones de principios de siglo, la creciente especialización y tecnificación, así como una clara orientación hacia una economía industrial han sido la tónica en los últimos años.


Nuestro más sincero agradecimiento a Antonio Remón, por su desinteresada colaboración con su obra Historia y Acontecimientos de Peralta.